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web actualizada a: 11/12/07

 

Naciente

El naciente, el manantial de agua que brota de la tierra sin haber sido manipulada por la inteligencia humana, donde el hombre se arrodilla para beber en el cuenco de sus manos.

El naciente, el sol rojo que surge, como en medio de la sangre de un parto, para anunciar una promesa respaldada por toda la naturaleza, un promesa que no puede ser incumplida.

El naciente, una invitación a mirar hacia oriente, para deshacer la imagen sesgada del Jesús histórico y reconocerlo en el verdadero Cristo que asoma a través de toda auténtica espiritualidad.

 

LIBROS   IMÁGENES
El único libro que puede encerrar una enseñanza verdadera es el que se escribe él solo a sí mismo a través de la mano del hombre. Depende de que ese hombre beba del estanque o del naciente, las enseñanzas que el libro encierre serán pasajeras o serán expresión de una Verdad eterna. El arte se complace en detener la vida para asirla y poseerla y así la convierte en fantasía, pero el testigo sólo expresa la esencia del movimiento de la Vida. Grabar una imagen es helar el movimiento y oscurecer la vida, por muy luminosa que esa imagen haya podido ser. Olvidar una imagen es perder la conciencia del retorno que permite crecer en el Espíritu y abandonar las formas materiales. Tanto el olvido como el recuerdo atan al ser humano a la muerte. Sólo cuando la mente es pura expresión de la Verdad del interior del hombre, es posible la trascendencia.

 

 

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la gruta

Con piedras y con barro se construyen las torres que se elevan hacia el cielo. No con nubes ni con truenos ni con nada que proceda del cielo, sino con lo más elemental de la tierra. En el amor elemental está la clave del Amor sublime. No se encuentra el Camino del Cielo en el amor sofisticado, en los sentimientos depurados de la cultura refinada, sino en el amor elemental purificado por la devoción. Los hombres se inclinan ante ministros y potentados pero pueden ser muy ásperos con sus criados. El que comprende que ni el ministro ni el potentado merecen tanta pleitesía como la que merecen sus criados, ése comprende el significado del amor elemental purificado por la devoción.

En la gruta de la madurez ya no se ve el Cielo. La gruta es espaciosa, perfectamente iluminada, perfectamente decorada y acomodada. Allí la gente se tumba y disfruta de los manjares más exquisitos, del servicio más esmerado. Para que las cosas elementales puedan entrar en la gruta primero han de dejar de mirar al Cielo. En el techo de la gruta está dibujado el único cielo que merece la pena mirar, pintado por los mejores artistas, descrito por los mejores poetas. Si alguien viene de afuera hablando de un Cielo de sobrios colores y cuyo único poema es el rumor del viento, ése vive enajenado de la realidad, pues en la realidad de la gruta está la única cordura y sensatez del hombre.

¿Quién podría construir una torre verdaderamente alta sin salir antes de la gruta? Sólo el que sale fuera de ella y echa mano de todo lo elemental purificándolo con la devoción, sólo ése puede construir esa torre que apunta hacia el Cielo. Dentro de la gruta de la madurez, tumbado en un diván confortable, el galán seductor alarga la mano y coge la fruta que se le ha puesto a su alcance. Fuera de la gruta, el ingenuo enamorado corre por el campo, cruza un valle de flores, sube una colina de rojos amaneceres, y encuentra un árbol frutal al que se encarama para tomar la fruta. El que se inclina ante el galán, ése es un pordiosero. El que se inclina ante el ingenuo enamorado, ése es el hermano del Rey.

11/12/07


Ijsus Mendlek es el autor de esta web y de todos los textos que figuran en ella.
Para contactar: mendlek@naciente.net